PEDRO INFANTE EN CARORA

Publicado en por Miguel Prado

Es estos tiempos de lloviznas intermitentes en el estío tropical, cuando tanta ideología se desata y se honra hasta la hazaña de nuestros héroes del 19 de abril con un presidente disfrazado de Generalísimo -tratando de emular a Francisco de Miranda, tal vez-, escuchar a Pedro Infante es sentir cómo la situación impregnada de falsedades nos puede ocasionar un dulce aire de rencor si estamos conscientes que sostener un golpe de odio arruga los dominios del corazón y los paraísos de la mente.

Estaba en Carora un viernes por la tarde en el Bar Oasis buscando algunas melodías en la rockola y encontré el tema Qué suerte la mía de José Alfredo Jiménez, pero entonada por Pedro Infante, emotiva composición sobre el rompimiento con la pareja bajo las sombras del trauma sentimental, que estaba de fondo en la amena conversación entre el calor, las persuasiones políticas, los chistes, la algarabía de la mesera Mirian y ese vaivén extraño ante las leves sacudidas del suelo caroreño de vez en cuando.

Contratado por un avezado empresario, Pedro Infante se presentó en el Teatro Salamanca, cantó y luego fue exhibida una de sus películas, al finalizar muchos curiosos lo encontraron frente al Bar Oasis cuestionando el engaño de haber sido asesinado en la cinta y después lo encontraban vivito y coleando como dicen en el argot popular.

No imaginó lo que le sucedería más tarde, los admiradores en reparación del engaño pidieron que probara el cocuy de penca, mientras el empresario lo esperaba para llevarlo al hotel. El abstemio rompió la dieta y eso hizo que los tragos lo mandaran directo a los dominios de Morfeo, montado en una carretilla y trasladado al hotel del frente.   

Esa primera tortura etílica pasaría con mayor pena que gloria en su existencia para sobrevivir a los malestares sensibles de la prohibida bebida de la época, la cual formaba parte de la elaboración clandestina en poblaciones vecinas y sitios ocultos. 

 

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Pedro Infante, igual al presidente, autor de una serie de cambios que ha mal llamado revolución, habiendo probado ambos más el contenido de una mulita sentados en un sitio confortable, han sabido transmitir el reto perverso vivido en carne propia, dejando una fuerte huella durante su carrera, una muestra patente de complacencia a los seguidores y personajes de la región que solemos hacer el papel mucho de nosotros que pertenecemos a la minoría que consideramos a la izquierda con otra concepción.   

La otra conjura terminó cuando comenzó el viaje hacia Caracas y debió tolerar las infinitas curvas de San Pablo, mientras disfrutaba del árido paisaje con el mismo asombro de un ansioso explorador de la Edad Media. Con esta travesía del afamado cantante y otras infamias padecidas no volvería más nunca a la tierra de los seretones, jurungos, espantos ambulantes y el diablo suelto.

Es un tesoro de la memoria o un patrimonio del dominio público convertido en crónica que va resucitando a través del tiempo y la cual se nos refiere en las citas improvisadas donde la cerveza abre el portal de hechos cotidianos.

Un cuento no es un cuento oral hasta que no es parte del conocimiento del colectivo. Sus letras indelebles se van enriqueciendo con el toque especial del orador del momento y sin inventar mayores ingredientes, desentrañamos los misterios hasta descodificar los más insignificantes secretos.

Las notas sobre la estadía de Pedro Infante fueron escuchadas entre tragos con la sana curiosidad que produce el interés sobre el tema y sepultada por mucho tiempo, con la intención de transmitirlas a quienes siguen mis trabajos literarios. Las rescaté de un encuentro con otros amigos de La Victoria que hablaban de la música de despecho y tomé conciencia de esta joya que me refirieron entre la marea de la tertulia y el compartir entre amigos del ateneo de Carora, incluyendo a Oscar Querales, William Villanueva, los propietarios de El Oasis y la catira Mirian. 

Pedro Infante ante la insistencia de su audiencia, seguidores y admiradores dio un claro ejemplo de valentía y coraje al aceptar una buena porción de los 56 grados de alcohol y de la imagen que brindaba en las cantinas de las películas mexicanas.        

Etiquetado en Ejercicios literarios

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<br /> No conocia a Pedro Infante, pero gracias a todo lo que nos has puesto por aqui me ha quedado mas que claro, asi que gracias!<br /> <br /> <br />
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