La fiebre de Gilberto Abril Rojas

Publicado en por Miguel Prado

Las primeras creaciones de Gilberto Abril Rojas fueron exactamente en la poesía, ejercicio que le servía para mostrar su desenfado frente a la felonía yanqui. Luego, daría un giro de ciento ochenta grados para emparentarse con la narrativa y tratar de invadir un territorio vedado para él. La compañía de Ascensión Muñoz como compañera de vida le ha servido para equilibrar el rumbo y la fuente de inspiración parece llamar a su puerta desde su segundo round matrimonial, la paz encontrada con ella hilvanó un camino positivo dejando para la historia su estadía en el averno de la bebida y la bohemia, asumiendo el compromiso afectivo con mucha seriedad.  
Gilberto Abril Rojas nació en Tunja y su esposa en el mismo Departamento Boyacá. También ella es escritora, lectora y amante de la literatura latinoamericana, hija de gente modesta del campo cerca de Turmequé. Conoció al novelista por obra de la casualidad en uno de esos encuentros fortuitos que propicia la jugarreta del destino, situación lo menos novelesca entonces. Luego de cultivar una amistad gradual, el sistema jurisprudencial de la hermana república colombiana impide la ceremonia nupcial provisionalmente hasta que la reforma ocasionó su divorcio del primer matrimonio y se licenció en el panorama matrimonial en dos tiempos, primero a través de la tradición Moong y posteriormente por el código civil venezolano. 

El matrimonio se consagró en la ciudad con nombre de triunfo, La Victoria, en el estado Aragua. Colaboró con él en su vagaje existencial, materia que ambos han solidificado y facilitó una unión muy fuerte. Así, pacientemente ha dedicado durante su otra vida páginas doradas a la literatura con obras dedicadas a la Monja del Castillo y a un personaje muy de moda como el Negro Miguel, dos situaciones dispares que coinciden en un mismo río narrativo. Gilberto Abril Rojas ocupó la presidencia de la Asociación de Escritores de Venezuela, delegación La Victoria por mucho años.
Como tesoro de su materia creativa La segunda sangre está viva como  un potencial grandioso, siendo seleccionada entre las cien mejores novelas del siglo pasado, las demás han seguido el camino que el futuro dictaminará. 

Lo cierto es que su obra en general ha resistido el respaldo de escritores como Arciniegas, Soto Aparicio, Castillo Muñoz, Juandemaro Querales entre otros. La otra afición de este autor ha sido la publicación, algo que aprovechó cuando pudo y puedo decir que me ayudó con la edición de mi primer libro, una colección de relatos que algunos compararon con Barrabás y los cuales estaban totalmente alejados de la realidad, mi fuente de inspiración fue una cuento de Jorge Luís Borges llamado La esquina rosada, principio y fin de una saga literaria para mí. 

Gilberto Abril Rojas anda y va a Colombia de temporada en temporada, algunas veces con períodos más prolongados que otros, pero mantiene cierta afinidad con nuestra ciudad heróica del centro del país, la misma ha sido apreciada por él como un sórdido laberinto, donde ha visto pasar episodios gratificantes de su existencia, de los cuales amenaza con verter en trabajos posteriores. Me habla mucho de Toledo, Madrid, El Escorial y Malabo, episodio importante en su formación en las letras, un don que ha cultivado hasta hacérsele parte de la cotidianidad permanentemente.


Actualmente, me confiesa que está haciendo una obra sobre una heroína barquisimetana y tiene en mente otra sobre un personaje que aparece en esa suerte de enciclopedia que es El Carnero, fuente inagotable de temas novelescos que dejó Rodríguez Freyle para los literatos del mundo sin saber el alcance que tendría su fabuloso cronicario.         

Etiquetado en Ejercicios literarios

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