ENCUENTRO EN CARORA

Publicado en por Miguel Prado

En la ciudad de Carora se produjo, al final de los noventa o más allá, un encuentro es escritores organizado por el padre Sierralta. Ese encuentro tenía una connotación importante: permitir que cualquiera de los participantes en la Bienal Literaria pudiera asistir a la capital del municipio más grande de Venezuela. Esto era un reto para el inclemente calor de esa región. Entre los asistentes se encontraban Guillermo Morón, Juan Páez Avila, Eddy Rafael Pérez, Blas Perozo Naveda, Tito Núñez Silva, Alvaro Montero, Juandemaro Querales entre otros y como invitado especial un poeta citado por Pablo Neruda en una nota crítica que no logro recordar donde fue publicada, se llama Mateo Morrison, hijo de jamaiquino y de madre dominicana. Allí pude compartir con él algunas horas y compartir el excelente cucuy de penca, todo en nombre de la cortesía poética. El dominicano y Tito Núñez Silva eran considerados portadores de una poesía protestaria, algunos abusadores la tildaban de panfletaria, cosa que por supuesto no compartí. Recordaba a los poetas presentes y la mayoría había estado en la guerra de liberación venezolana durante los 60 y 70 hasta que negociaron el armisticio con Rafael Caldera. Recordar los que acompañaron a Douglas Bravo y su Tercer Camino daría muchas páginas más que no vienen al caso en este trabajo. Hago esta semblanza porque estamos escuchamos asusntos tan vulgares como aquellas que le costaron un compromiso histórico a la izquierda venezolana. 


Hablando de Mateo Morrison compartimos la barra de un popular centro social de Carora que está vedado a la gente del vulgo, el mismo es el centro de los godos de la región. Cuando hablamos de la poesía de otros países me recomendó joyas valiosas y hasta conversó abiertamente sobre el papel de Jorge Luís Borges en la literatura universal, trataba yo de apartarme de las composciones poéticas de alguna manera, luego de leer un texto del humanista argentino llamado La esquina rosa. También no coíncidimos en la quema exagerada de la revolución sandinista de un gran número de libros en las plazas públicas, cosa que después la conversaría con Julio Cortázar en un encuentro casual en Caracas y que posteriormente rechazaría públicamente el autor de Rayuela en los mejores matutinos de América. Por cierto, Mateo Morrison me obsequió una antología de poetas  dominicanos y hasta me invitó a su patria, a la universidad y a la ciudad donde vive. La amabilidad de este personaje me hacía pensar claramente en el poco estado solidario de nuestros escritores, la descalificación apriori de otros y el egoísmo exacerbado. Nada que ver con los signos prudenciales de personas como Caupolicán Ovalles y Ramón Querales que siempre tuvieron un poco de paciencia para hablar con escritores noveles, también es el caso de Denzil Romero que en donde veía a uno se paraba a conversar y hasta se empeñaba en saborear un café. 

De aquel encuentro de escritores de Carora hay muchas vivencias que se quedaron plasmada en mi mente y hasta pude imaginar en la posibilidad de hacer una novela con una locación en dicha región. En eso el poeta revolucionario me dio unas herramientas importantes, fórmulas anotadas en una libreta que posteriormente dieron su resultado y los frutos se verán posteriormente después que la concluya. Como decía Mateo Morrison, no es posible que no exista un escritor caroreño que haya explotado  a esa región con el potencial literario que cuenta su gente, claro está, Guillermo Morón como que le hizo caso y logró El gallo de las espuelas de oro y le fue de lo mejor, remembrazas rescatadas del fabulario caroreño. 

Recuerdo aquella cita por que alguien me hablaba de un poema de corte amoroso de aquel caribeño, como lo ha hecho también Tito Núñez Silva en sus últimas creaciones.           

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