DE LOS CUENTOS

Publicado en por Miguel Prado

En los relatos iniciales de Ahora me toca a mí, el ambiente es exclusivamente urbano: es La Victoria. Pero al avanzar en la narrativa, busqué regresar a las lecturas de la infancia, a los descubrimientos de las novelas de aventura. Recuerdo que alguna vez hablaba con Natasha sobre Londres y ella decía que era una metrópolis un tanto agitada, con historias para regalar:  el cuento del guardián de la Torre de Londres Edmund Lenthal Swifte,  la historia del barbero loco Sweeney Todd quien fue víctima de una atroz maldad, el sitio preciso por donde pasa el paralelo de Greenwich que nos partió en dos hemisferios cuando compartimos en pleno abrazo un tórrido beso frente al observatorio viejo, la inclemente guillotina del Big Ben marcando la hora exacta, el alebrestado barrio chino, el Cafe Emm en 17 Frith Street y el paseo por el Támesis.


Es algo distinto lo que dice Sergio Medina, uno de los poetas más representativos de la urbe victoriana, que Pablo Neruda: es una ciudad tan hermosa que si uno se queda en verano en cualquier casa de la localidad, allí permanecerá para siempre sin udarse a otra parte. Por otro lado, si algo debe recordarse del período de verano de La Victoria era la presencia de las cigarras o chicharras con su concierto estridente bajo la tortura del calor. Una apariencia de manifestación pueblerina sin discotecas, tan alejada de aquellos festejos alarmantes que encontramos en las novelas costumbristas y que a veces vemos reflejadas en el cine nacional. 

Durante mucho tiempo, Natasha y yo, aprendimos a sentir un hondo apego por esta ciudad llena de un gran fervor humano y denominada la Atenas de Venezuela en alguna oportunidad, así pensé rescatar ciertos hechos conexos de este paisaje donde mi crianza corrió alegremente y eso dio como resultado un pequeño tomo de cuentos muy queridos por mi: Ahora me toca a mí, publicado por un humilde sello editorial provinciano que sigue en silencio pero me brindó la ocasión para publicar. Allí hay algo muy curioso que llama poderosamente la atención de muchos lectores: la manifestación de criaturas casi irreales que forman parte de situaciones paralelas en cualquier ciudad latinoamericana, cuyo tema sigue siendo la violencia e incluso la invasión de propiedades privadas, la droga, el sexo arcaico, que de cierta manera se puede asociar con nuestro continente iberoamericano:  el producto de las perversidades del capitalismo. 

En efecto, en aquella época era un tiempo romántico para quienes militamos en la izquierda que se levantó después de la pacificación y un armisticio que hizo cambiar el rumbo de nuestra manera de pensar, sentir y formar parte de una opción distinta a la adeco-copeyana.        

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